sábado, 7 de mayo de 2011

BIARRITZ

Por fin llegó un momento esperado desde hace años, reencontrarme con una de mis vidas adolescentes, una isla extraña donde fui hijo de unos padres que no eran los míos y hermano de quienes no eran mis hermanos, aislado por un idioma extraño y con mis problemas de adolescente despistado a cuestas.
El lugar mantenía intactas todas las referencias de entonces, la villa Usotegia, la casa Curutchet, la estación de tren, la Roché de la Vierge, el casino, el ultramarinos, el cruce del Carrefour, el frontón y, entre todos los recuerdos, mucha más construcción. Había aparecido una casa entre la de los Echeverri y los Curutchet, y varias a los lados, estaba urbanizada la playa de Anglet, entre Biarritz y Bayona no quedaba una parcela libre. Se fue llenando todo el territorio como mis recuerdos con novedades que se fijan a la memoria manteniendo lo viejo.

VIERNES, 15 de abril
Comenzó el viaje con parada en Briviesca. El cambio en dos horas fue grande, del trabajo y las clases del día anterior a sentarnos toda la familia alrededor de una mesa redonda para que nos sirviesen un estupendo menú. Mi padre se acordaría del nombre del restaurante, como se acordaba del hotel donde pasó noche en Briviesca hace nosécuantos años. Yo solo tengo fijada en la memoria el momento y como nos colocamos cada uno de los cinco. La llegada a Biarritz fue en el momento oportuno. Colocar en el equipaje en la casa cedida por Françoise, Paquita, su agradable recibimiento junto a su marido, que parecía salido de una película de la nouvelle vague, el saludo a Annie, la llegada de Vinçent y la primera visita, una puesta de sol desde la playa de Anglet, con un sol redondo, amarillo anaranjado que se metió en una línea del horizonte perfectamente definida, llevándose toda la gama de colores azulados y ocres y dejando un negro absoluto iluminado por bombillas. La imagen típica de cualquier película con un toque cursi no tiene nada que ver con la realidad. Para empezar en el Biarritz de mis recuerdos el cielo estaba siempre lleno de nubes, no se veían puestas de sol, porque habría que llegar de noche a cas en bicicleta, y la naturaleza me sobrecogía, mientras que ahora era el amo del mar.
El reencuentro con Vinçent en Biarritz fue extremadamente gratificante. Recuerdo en mi estancia anterior a Biarritz su empeño en ir a buscar a sus primos Lamanda cada vez que salíamos, allí estaba Jandro. Acababa siendo una relación condicionada, el plan no era desdeñable, pero he de reconocer que disfrutaba más cuando hacíamos actividades alternativas.

SÁBADO 16 de abril
Salida al mercado con Mariluz, paseíto como si viviésemos en Francia, visita a Françoise para preparar el recorrido y salida con los chicos a San Juan de Luz, con parada en Guetarie. !qué horror!, toda la costa está urbanizada, como el levante o como las rías bajas. De todas formas se entreveía los escarpados y acantilados, la vegetación y las construcciones antiguas. Parece que Victoria Eugenia, o quien fuese, dio un aire aristocrático a los balnearios marinos y los paisanos pasaron de pescar ballenas a sacar cuartos a turistas ilustres.
San Juan estaba animado, a la francesa. Mucha gente en la calle comercial que desembocaba en el puerto, paseito, comida, paseito y otra vez con el coche para ver el interior. Que contraste, a pocos kilómetros desaparecen las construcciones y nos encontramos en medio de un mar de bosques y prados con ovejas enormes de las que se saca la leche para hacer un queso semicurado de muy buen sabor.
En Ainhoa parecía estar uno en medio de un puebñlo típico basco-turístico. Una plaza con frontón frontal, yna iglesia ancha que en el interior parecía un teatro con gradas, una calle ancha con casas del estilo "neobasque", con fachadas con hastial al frente, aleros generosos, portalón de acceso y el armado de la fachada visto al exterior, pintado en rojo, verde o azul sobre el resto de la fachada de blando inmaculado.
La vuelta fue un poco precipitada porque habíamos quedado con Vinçent a cenar en su casa. No fue fácil dar con el camino de regreso, lo cual nos permitió dar una vuelta por los alrededores de Biarritz.
Conocimos la cas de Vinçent. Pequeña pero con gracia, como Françoise, su mujer. A su hijo Guillaume no se le movía su flequillo imposible, aunque parece ser que era debido a una intensa y continuada atención. Marie estaba simpática. Fue una buena velada, si bien por nervios o emoción quise acaparar demasiado la conversación hablando un mal francés. ¿Se entendería algo de lo que decía? al menos me contestaban e incluso contaron muchas cosas, Vinçent dedicando su español a Mariluz. Quien sí entendía todo y no dejaba de corregirme (mentalmente) era Inés, mientras Gabriel seguía calladamente la conversación y Jimena observaba todo con sus ojos abiertos.
Repetimos la visita al mr, esta vez la bruma impidió ver de forma nítida la puesta de sol, pero se produjo un efeco curioso. Un malecón avanzaba medio kilómetra hacia el mar, grandes olas salpicaban a ambos lados del malecón mientras el sol se ocultaba en el frente y la luna salía a la espalda. Los surfistas, que parecían maniquíes de una tienda de deportes, hacían lo que podían, cada vez que avanzaban más de diez metros se podía uno imaginar su cara de satisfacción.
Y se acabó el día.

DOMINGO 17 de abril
Visita a Bayona. La muralla, la catedral, el mercado, el ayuntamiento, los puentes sobre los ríos. Está claro que esto es Francia, limpio, verde, cuidado, idioma francés y sobre todo otras proporciones en la ciudad, las alturas de los edificios, anchos de calles, decoraciones urbanas, todo.
Comida en casa de Mme Curutchet, con Vinçent y Letizia y sus familias. Mme Curutchet se relajó con Mariluz cuando comprobó que era la misma que había estado conmigo antes, venticuatro años antes. El protocolo de comidas era como lo recordaba, Annie muy buena anfitriona, Vinçent jovial hablando en un idioma peculiar con su madre, Letizia formal y el resto, niños y adultos acompañando.
Por la tarde fuimos a ver una zona de recuperación natural en Bayona, con un centro de interpretación que mitigase algo las ansias de conocimiento de Mariluz. Tras un paseo junto al río de dos kilómetros, nos adentramos en una zona experimental para recuperación de la naturales. Una zona inundable, controlada mediante diques, donde hay gran variedad de aves y flora. La "filosofía" es curiosa, admiten especies exógenas siempre y cuandono sean invasivas y se adapten al resto de especies autóctonas como una más. ¿Será esto lo que debiera ser la globalización?
Rematamos la tarde con una visita al "atelier del chocolat". Estaba bien el museo, pero mejor la cata gratuita de los productos. Paramos de comer chocolate por vergüenza y por miedo a que nos hiciese daño.
Cena de crepes junto a la playa (Inés los hace igual o mejor). La harina que utilizan es de blé noir, que creo que es el trigo duro. Françoise nos compró un paquete que ya hemos usado y efectivamente da otro sabor.

LUNES 18 de abril
Con Vinçent hemos visto sus lugares de trabajo. Supervisor de acontecimientos de promoción municipal. El edificio ferial impresionante, moderno, buen diseño, funcional. El casino clásico y su oficina !junto a la oficina de turismo!. Que rápido se pasa la mañana. Comida en casa de Vinçent, siesta en sofá y se parte el grupo.
Gabriel y yo nos vamos con Vinçent a jugar a la pala. Es impresionante como juega Vinçent y sus copains.
El otro grupo las mujeres y un paseo por Bayona.
El grupo se reencuentra para la despedida, con paso nocturno de playa, cervecita y risas.

MARTES 19 de abril
Seacabó.
Adioses, visita al museo del mar, sin pretensiones pero con el mérito de tener más de un siglo a cuestas.
Comida de vuelta en Zarautz y llegada a casa.

¿Volveremos?, ¿cuando?. lo bonito de un viaje es que queden ganas de volver aunque nunca se vuelva, o que sea al cabo de otros venticuatro años.